Acto I
En una campiña próxima a la ciudadela se espera la llegada de Riccardo que viene a desposarse con Cuniza. Es recibido con todos los honores y él demuestra su satisfacción por el matrimonio ya que le supone un ascenso social.
Cuando el lugar queda solitario, aparece Leonora ansiosa de venganza ya que Riccardo la ha seducido y ha dado promesa de casamiento. A continuación llega Oberto buscando a su hija y al encontrarla, ambos coinciden en que han de cobrarse la afrenta. Leonora quiere hacerlo en plena ceremonia nupcial.
Una elegante sala del castillo donde los novios se expresan su amor. Pero la felicidad de Cuniza se enturbia con ciertos presentimientos que Riccardo trata de mitigar en vano. Después de irse, Leonora y su padre- que han logrado entrar en la fortaleza- cuentan a Cuniza la traición de Riccardo. Ésta necesita verificar los hechos y ocultando a Oberto, espera con Leonora a que vuelva a aparecer Riccardo. Cuando llega, se sorprende al encontrarse con Leonora a la que acusa de infiel. Al escuchar este insulto, Oberto sale de su escondite y lo desafía en duelo. La novia ya no duda de las falsedades de su prometido pues éste no acierta a disipar las acusaciones ni a aclarar la situación.
Acto II
Cuniza se encuentra en su cámara cavilando tristes pensamientos y decidiendo renunciar a su boda. Su confidente Imelda le trae un mensaje de Riccardo con una cita para encontrarse. Ella se niega a recibirlo y quiere que mantenga la promesa matrimonial con Leonora.
Oberto espera a Riccardo para el duelo, pero éste, dada la edad de su contrincante, quiere evitarlo. Cuando el viejo le insulta repetidamente, Riccardo acaba empuñando la espada. Las dos mujeres detienen el duelo y Cuniza, comprendiendo que Leonora aún le ama, impone a Riccardo que respete la promesa dada. Éste finge aceptar, aunque ha quedado secretamente de acuerdo con Oberto en continuar la contienda en otro lugar.
Mientras algunos caballeros dudan de que la concordia entre los dos hombres sea auténtica, se oye ruido de lucha cercana y al poco aparece Riccardo ensangrentado, implorando el perdón divino y huyendo precipitadamente.
Llegan Cuniza e Imelda y son informadas de que en el bosque vecino yace el cadáver de Oberto custodiado por Leonora que está loca de dolor. Cuniza intenta sin éxito consolarla. Un mensajero trae una misiva de Riccardo, quién, arrepentido, renueva a Leonora sus antiguas promesas de amor. Pero Leonora lo rechaza y decide retirarse a un convento, donde esperará a que el dolor acabe pronto con su vida.