Prólogo
En el Cielo
Las falanges místicas glorifican a Dios. De la sombra surge Mefistófeles. Saluda al Señor y le propone una apuesta. Fausto, un anciano y sabio doctor, caerá bajo el poder diabólico y perderá su alma. El Señor acepta el desafío de Mefistófeles, quien cree segura la victoria. Los coros celestiales cantan la eterna gloria de Dios.
Primer acto
Cuadro primero
Domingo de Pascua en Francfort
Los habitantes de la ciudad celebran el domingo de Pascua. Entre libaciones, cantos y danzas transcurren las horas. Se anuncia que por orden del Príncipe Elector y como parte de los festejos se ofrecerá abundante cerveza al pueblo. La aparición de un fraile encapuchado, que viste un sayal gris, atrae durante un instante la atención de la multitud, pero bien pronto su misteriosa silueta se pierde de vista. El Príncipe Elector con su séquito atraviesa el lugar en ese momento. Un grupo de aldeanos baila celebrando el placer de la danza. El viejo doctor Fausto, acompañado por su fiel discípulo Wagner, observa con curiosidad al desconocido fraile gris, que reaparece, y tiene el presentimiento de una amenaza. Wagner procura tranquilizarlo. Fausto se dirige a su casa para refugiarse en sus libros.
Cuadro segundo
Gabinete de Fausto
Atemorizado todavía. Fausto penetra en su estudio, huyendo de una extraña visión que lo persigue. Sigilosamente, el misterioso fraile ha entrado, ocultándose en la alcoba contigua. Cuando el sabio se dispone a arrojar de su espíritu la supersticiosa impresión y busca en los Evangelios la palabra de la verdad purificadora, una voz nunca oída lo interrumpe. Con asombro ve ante sí al fraile desconocido, que arroja el hábito y se presenta vestido como un caballero. Mefistófeles se da a conocer: es el genio del mal. El demonio propone al maestro un pacto: éste cederá su alma, y el espíritu diabólico le hará conocer todas las delicias de la existencia terrenal, brindándole la felicidad inútilmente buscada por Fausto durante toda su vida, para lo cual le devolverá la juventud. Fausto acepta la proposición y Mefistófeles extiende su manto que los llevará a través del espacio.
Segundo acto
Cuadro primero
El jardín de Marta
Fausto, transformado en gallardo y elegante joven, sostiene un coloquio amoroso con la bella e ingenua Margarita. Entretanto Mefistófeles distrae a la vecina Marta. Aprovechando el alejamiento de éstos, Fausto consigue arrancar a Margarita la promesa de que adormecerá con un narcótico a su madre, para poder así verse libremente. Luego los cuatro personajes juegan en el jardín, persiguiéndose, esquivándose, para alcanzarse al fin. Todos ríen y las parejas concluyen abrazándose.
Cuadro segundo
En el valle de Schirk
Mefistófeles ofrece a Fausto, entre las infernales montañas del Brocken, el espectáculo de su poderío. Al conjuro diabólico, el lugar se puebla de brujas y brujos, que van a caer de rodillas a los pies de su rey. Pide Mefistófeles su cetro y el mundo, que él toma en sus manos para burlarse. Bailan frenéticamente las huestes infernales. Una visión celestial turba un instante el mundo de aquelarre: entre las nubes aparece la figura doliente de Margarita, con el semblante demudado y el cuello manchado de sangre. Fausto experimenta la sensación del crimen cometido inconscientemente. ¿Qué significa tal aparición?... Pero Mefistófeles, riéndose, lo tranquiliza: compara aquella cabeza con la de Medusa y mientras la visión se eclipsa, la danza demoníaca se desencadena en todo su furor.
Tercer acto
Cuadro primero
La cárcel
Sobre un lecho de paja, Margarita espera la muerte. Un destino fatal pesa sobre ella. Fausto llega a la puerta del calabozo con su perpetuo acompañante. El caballero pide a éste que use de su poder para salvar a la amada. Mefistófeles, con la llave de la prisión, abre la celda, mientras Margarita, vencida por la evocación de sus amores, cae en brazos del seductor, de quien espera su libertad. Vuelve Mefistófeles urgiendo la huida, pero a su vista Margarita horrorizada rechaza la proposición y volviendo su pensamiento a Dios, cae moribunda. Mientras Mefistófeles arrebata a Fausto y el verdugo llega para cumplir su misión, un himno místico anuncia la salvación de Margarita.
Cuadro segundo
En la Grecia clásica
Un paisaje de Grecia, alumbrado por la luna. Pantalis, que acompaña a Elena, admira las delicias de la naturaleza seductora, mientras Fausto llega invocando a Elena. En ese fabuloso reino el caballero experimenta un deslumbramiento, mientras que el espíritu del mal que lo ha conducido hasta allí siente nostalgia de sus montañas del norte. Los cantos y danzas en honor de Elena no consiguen calmar su angustioso y horrible recuerdo de Troya. Pero Fausto, magníficamente vestido como un caballero del siglo XV, en medio de la clásica antigüedad, proclama a la hija de Júpiter " forma ideal purísima de la belleza eterna ". Todos ensalzan la unión triunfal de la belleza y el amor.
Epílogo
El gabinete de Fausto
Nuevamente anciano, Fausto, medita sobre las vicisitudes de su existencia. Por su parte, Mefistófeles aguarda su último instante para llevarse el alma prometida. Pero Fausto está arrepentido. Toma en sus manos la Biblia y ensalza la bondad de Dios y sus obras, a las que aspira en su hora suprema. Mefistófeles, al ver que pierde su presa, le promete nueva juventud y placeres. Fausto ya no quiere escucharlo y muere perdonado. Los cánticos celestiales proclaman la gloria del Señor, que ha triunfado. El espíritu del mal se hunde en las profundidades de la tierra, silbando furiosamente.