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La clemencia de Tito
La clemenza di Tito

ACTO I.- Vitelia, cuyo padre fue depuesto del trono de Roma por el padre de Tito, se enfurece al saber que éste va a tomar por esposa a una extranjera, Berenice, despreciando así sus pretensiones de ser emperatriz. Y anima a Sexto a llevar adelante un complot que ella ha urdido para incendiar el Capitolio y matar a Tito; Sexto, que adora a Vitelia, está dispuesto a obedecerla, pero ambos se sienten, sin embargo, llenos de angustia. Entra en escena Annio con la noticia de que Tito ha dejado a Berenice y va a elegir una esposa romana, por lo que Vitelia y Sexto posponen su acción. Vitelia deja solos a los dos hombres y Annio recuerda a Sexto su deseo de unirse en matrimonio con la hermana de éste, Servilia; los dos afirman su mutua amistad.
En el foro, el populacho romano y los enviados de las provincias se congregan para saludar a Tito. Publio anuncia que el Senado ha decidido construir un monumento en homenaje al emperador; pero Tito prefiere que esos fondos sean empleados en aliviar los desastres causados por la erupción del Vesubio, por lo que es nuevamente aclamado. Todos se retiran, excepto Sexto y Annio, y en el momento en que Sexto va a solicitar el consentimiento imperial para el matrimonio de Annio con Servilia, Tito les dice que ella ha sido la elegido para ser emperatriz. Sexto se sobrepone a su confusión y Annio a su dolor; Annio es, precisamente, el encargado de llevar la noticia a Servilia. Tito, ignorante de los sentimientos de Annio, manifiesta su satisfacción por la decisión tomada y la generosidad que ello representa. Salen el emperador y Sexto y entra Servilia, a la que Annio dice que ya no pueden seguir sus relaciones: ella va a ser ahora emperatriz y debe olvidar este amor primero (Dueto: "Ah, perdona il primo affetto": "Ah, perdona el primer amor"), amor que en los dos permanecerá siempre.

En los jardines del Palatino, Tito habla de negocios de Estado con Publio. Aparece Servilia, saludada como "emperatriz", pero ella (mientras Publio se aparta a un lado) confiesa a Tito que su corazón pertenece a Annio, aunque si el emperador lo ordena, será su esposa. Tito, abnegadamente, manifiesta su satisfacción por la franqueza de Servilia y accede a sus sentimientos. Cuando Tito sale aparece Vitelia que felicita irónicamente a Servilia, que se marcha, insinuando que todavía no hay nada decidido. Vitelia, llena de ira, tacha de cobarde a Sexto, que ha entrado en escena; éste proclama su disposición a ejecutar el plan propuesto ("Parto, parto") y sale de escena. Llegan ahora Publio y Annio para comunicar a Vitelia que Tito la ha elegido como consorte. Vitelia se horroriza, porque piensa que Sexto va a asesinar a Tito y ellos toman su estado de confusión como la consecuencia de su gran alegría ("Vengo!, aspettate! Sesto!": "¡Voy! ¡Espera, Sexto!").

En la plaza ante el Capitolio, Sexto está desesperado por lo que ha hecho: Vitelia (que nunca le ha amado) ha asesinado traidoramente a su amigo, el noble y justo emperador, y el Capitolio arde, mostrando la existencia de una conspiración. Llega Annio cuando Sexto entra en el Capitolio; les siguen Servilia y Publio, y después Vitelia, mientras se oyen en la distancia, los dolorosos lamentos del pueblo. Regresa Sexto, creyendo que él ha dado muerte a Tito, lo que le angustia profundamente. Les dice que Tito ha muerto y solamente Vitelia le impide confesar su crimen. Todos lloran la traición cometida.


ACTO II.- Annio dice a Sexto, en los jardines imperiales, que Tito no ha muerto. Sexto admite su participación en el complot, y Annio le aconseja que vuelva junto a Tito y le manifieste su lealtad. Cuando sale, entra Vitelia; dice que ha sido descubierto el papel jugado por Sexto y le aconseja que huya de Roma. Pero es demasiado tarde, porque entra Publio al frente de unos soldados, que arrestan a Sexto: en la oscuridad, creyendo que era el emperador, Sexto hirió a uno de los conspiradores, Léntulo, quien ha confesado. Se despide de la arrepentida Vitelia, mientras Publio espera impaciente para llevar a Sexto al Senado, donde será juzgado.

La multitud está reunida para dar gracias a los dioses por haber salvado a Tito de la muerte. Publio trata de llevar a Tito a presenciar los juegos públicos, pero el emperador está ansioso por conocer el resultado del juicio de Sexto. Publio comenta la incapacidad del emperador para creer en la falsedad de los demás. Llega Annio para interceder en favor de Sexto, pero aparece Publio con la noticia de que Sexto ha confesado la culpabilidad y que ha sido condenado a ser arrojado a las fieras; solamente hace falta, para que se cumpla la sentencia, que la firme Tito. Annio intercede de nuevo por el condenado y después sale de escena. Solo en escena, Tito reflexiona sobre la traición y la amistad: ¿deberá firmar la sentencia de muerte? Resuelve citar a Sexto para saber si existe alguna secreta explicación de su conducta; las responsabilidades del mando pesan mucho sobre él. Llega Publio con Sexto, que queda espantado ante la severidad del rostro de Tito ("Quello di Tito e il volta?";"¿Es éste el rostro de Tito?") Cuando se marcha Publio, Tito apremia a Sexto a que revele su secreto; pero Sexto, que se vería obligado a condenar a Vitelia, futura emperatriz, para salvarse, permanece en silencio y se limita a solicitar perdón, que sabe que no merece, y ruega al emperador que recuerde un momento su antiguo afecto ("Deh, per questo istante solo"; ("Ah, sólo por este instante"). Sexto es sacado de la escena y vuelve Publio, ansioso por saber qué se ha decidido; Tito dice que la decisión está tomada, y Publio espera lo peor, mientras Tito reflexiona, antes de salir, sobre la virtud de la magnanimidad. Ahora Annio y Servilia se acercan a Vitelia, cuya súplica, como futura emperatriz, no puede desoír Tito: Servilia le pide que interceda por su hermano. Vitelia, profundamente conturboda, se da cuenta ahora de que no puede permitir que Sexto muera y con este peso en su conciencia, se convierte en la esposa de Tito despidiéndose de las guirnaldas de flores por las que había suspirado ("No piar di fiori vaghe catene")

Senadores, patricios y plebeyos están reunidos en asamblea en el anfiteatro, donde Sexto es llevado a la presencia de Tito. Éste se dirige a Sexto, pero entonces Vitelia entra, se arroja a los pies de Tito y confiesa que la ambición y los celos le llevaron a seducir a Sexto induciéndole a cometer traición. Tito perdona a Vitelia, a Sexto y a los otros conspiradores y todos cantan alabando la clemencia del emperador

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