Ésta es la historia de una mujer que fue el juguete de los dioses, el premio de un concurso de belleza, organizado por unas diosas caprichosas para divertirse con un joven y atractivo pastor; el retrato de una mujer-objeto sobre la que pesa "la mano de la fatalidad"... Pero, según como se mire, también es la crónica de la sublevación de una mujer insatisfecha, infelizmente casada con un hombre por el que siente un profundo desagrado. "¡Nos hace falta el amor..!"; este es el grito de guerra -valga la paradoja- de la Bella Helena.
La parentela de la Bella Helena, Menelao, Agamenón, Aquiles, Orestes y los dos Ájax, gloriosos héroes homéricos, son aquí las caricaturas de unos hombres que sólo saben jugar y guerrear; unos reyes imbuidos de una nobleza ridícula que aburre soberanamente a la Bella Helena. En medio de este estado de somnolencia, Helena será sacudida por el amor... El pastor del concurso, que en realidad es el príncipe Paris, aparecerá reclamando su premio. Y será muy insistente. La trama de la Bella Helena transcurre en una Grecia antigua y mítica, pero Offenbach aprovecha las grotescas trifulcas de sus protagonistas para parodiar a la alta sociedad del París de su época, El París de mediados del siglo XIX, imperialista, lleno de autosatisfacción, que hace correr ríos de tinta y de champaña, que bulle de agitación... pero que reprime las pasiones bajo la fachada exigida por la moral burguesa y la opinión pública.
Hoy, cuando iniciamos el siglo XXI, la Bella Helena se mantiene, como siempre, eternamente joven. La música de Offenbach, una música que nos libera, que nos hace volar, que hace que nos corra el champagne por las venas, nos contagia, casi físicamente, de la alegría de vivir.
Ahora y aquí, el beau monde satirizado por Offenbach, Meilhac y Halevy no es el mismo, pero sus rasgos distintivos se mantienen vivos en lo que ahora llamamos el jet set. La prensa rosa, la televisión, la radio, Internet... nos bombardean a todas horas con los últimos amores o desamores de los miembros más destacados (¡o no!) de la realeza, la política, la banca, la moda, el espectáculo... ¡Afortunadamente, de momento, estas efervescencias amorosas no han sido la causa de guerra alguna!... Bueno, hay algún caso reciente que podría desmentir esta afirmación.