Argumentos
Theodora

En el siglo IV d.C., Valens -gobernador de Antioquía– decreta que, para celebrar el cumpleaños del emperador Diocleciano, todos los ciudadanos deberán realizar sacrificios a Júpiter.

Aquellos que se nieguen a estos ritos serán arrestados y castigados con la muerte. El responsable de hacer cumplir el decreto será Septimius. 

Didymus -amigo de Septimius- solicita a Valens que los ciudadanos cristianos (poseedores de otra fe) queden libres de castigo. Valens desestima el pedido.

Septimius sospecha que Didymus es cristiano; y si bien Septimius confirma su lealtad a las leyes romanas, cree en la tolerancia como la llave para la convivencia entre los habitantes de Antioquía. 

Theodora e Irene –cristianas- se encuentran orando.

Llega un mensajero con la noticia del reciente decreto dictado por Valens.

Irene intenta convencer a los cristianos de escapar para poder resguardar su fe. Llega Septimius con la orden de arresto. Theodora sale en defensa de sus hermanos de fe.

El castigo será contundente: Theodora será arrestada, confinada y obligada a ejercer la prostitución.

Llega Didymus: al enterarse del nuevo destino de Theodora decide ir a su rescate o, si no lo logra, morir con ella.

Valens ordena a Septimius le comunique a Theodora que, si no se une a los ritos antes del final del día, será violada por el más lascivo de sus soldados. 

Theodora, confinada, escapa del miedo pensando en la vida después de la muerte. Didymus confiesa a Septimius su fe cristiana y su amor por Theodora.

Se dirige luego hasta donde yace Theodora confinada y, ocultando su identidad tras el yelmo de su armadura, le ofrece su ayuda para escapar. Theodora, temiendo por su integridad y con el único deseo de permanecer fiel a su fe, le ruega a Didymus que la mate. Sin embargo, él la convence de que Dios sabrá salvarlos. 

Didymus y Theodora intercambian sus ropas. Theodora, vestida de Didymus, escapa y Didymus, vestido de Theodora, queda confinado. 

Los cristianos celebran el regreso de Theodora. Un mensajero informa que Didymus ha sido llevado a la corte y Valens ha cambiado el castigo que recae sobre Theodora: una vez recapturada ya no será prostituida, será condenada a muerte. 

Theodora decide liberar a Didymus. Irene intenta convencerla, infructuosamente, de que no lo haga.

Mientras Valens dicta sentencia contra Didymus, llega Theodora y ruega ser quien reciba el castigo.

Los dos amantes, Didymus y Theodora, dan pelea para que el otro se salve. Septimius, conmovido, ruega clemencia a Valens. Valens condena a ambos a la muerte. Theodora y Didymus entran a la inmortalidad cantando.

Irene despide a su amiga.

Los cristianos piden probar en esta vida, aunque sea un mínimo reflejo de la vida eterna.

El oratorio termina sin dar respuesta a este pedido.
 
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