ACTO I
Hasta el roble sagrado llega en procesión el pueblo galo, seguido de los druidas, a cuyo frente viene su jefe, Oroveso, padre de Norma. Todos piden a los dioses que les conceda la victoria sobre los romanos y su retirada del país. Entran ahora Pollione y Flavio, oficiales romanos. Pollione, que ha mantenido relaciones ilícitas con Norma, gran sacerdotisa druida, y con la que ha tenido dos hijos, dice que ahora ama a una joven virgen del templo, Adalgisa. En una aria, “Meco all'altar di Venere” (“Conmigo al altar de Venus”) presiente la venganza de Norma, mientras que, en la distancia, se oyen los cantos rituales de los druidas.
Se retiran los romanos y vuelven los druidas, que dan la bienvenida a Norma, la cual anuncia proféticamente la caída de Roma. Después, corta una rama del muérdago sagrado y dirige su plegaria a la Luna: “Casta diva”, acompañada por Oroveso y el pueblo. En un aparte, expresa el amor que sigue sintiendo por Pollione. Después, la escena queda vacía.
Entra ahora Adalgisa e invoca la protección de los dioses. Aparece Pollione y la corteja; Adalgisa duda al principio, pero finalmente declara que ella también ama al oficial romano.
Norma, ahora en su morada con sus hijos, revela sus confusos y dolorosos sentimientos. Y pide a Clotilda, su confidente, que esconda a los niños cuando vaya a llegar Adalgisa. Sigue a esto un dueto entre Adalgisa y Norma: “Io fu cosi” (“Yo era lo mismo”). La confesión de Adalgisa despierta la comprensión de Norma, ya que ambas quebrantaron el voto de castidad. Pero cuando Norma pregunta el nombre del amante, Adalgisa dice: “Aquí llega”, señalando a Pollione, que se acerca. La mutua decepción de las dos mujeres estalla apasionadamente. Finalmente se escucha a lo lejos el sonido del escudo sagrado que convoca a Norma para que hable a su pueblo; así, a las voces de los tres solistas se añade el coro lejano de los druidas.
ACTO II
Es de noche. Norma tiene entre sus manos un puñal y contempla a sus hijos dormidos a los que, en su penosa tortura, piensa dar muerte. Pero no se decide a hacerlo y envía a Clotilda en busca de Adalgisa, a la que muestra los niños y pide que se los lleve con ella cuando se marche a Roma con Pollione, porque ella, Norma, va a morir. Adalgisa, sin embargo, ruega a Norma que siga viviendo para sus hijos y le dice que va a devolver a Norma el amor de Pollione. El dueto de las dos sacerdotisas termina en una apasionada confesión mutua.
En el bosque de los druidas, Oroveso y el coro manifiestan su odio hacia los romanos, pero se sienten sin fuerzas si Norma no les aconseja. Esta, en el templo, sabe de labios de Clotilde que Adalgisa quiere renovar sus votos como sacerdotisa, pero que Pollione ha jurado arrancarla del altar. Norma hace sonar entonces, por tres veces, el escudo sagrado y los druidas al oírlo, vienen a escucharla cantando un himno guerrero. Clotilda llega presurosa con la noticia de que un romano que intentaba penetrar en el templo ha sido hecho prisionero. Se trata de Pollione. Norma, toma una daga e intenta darle muerte, pero no es capaz de descargar el golpe.
Norma está ahora junto a Pollione, quien rechaza la súplica de la mujer de que abandone a Adalgisa; entonces Norma jura que ésta será quemada viva por haber quebrantado sus votos.
El pueblo recibe la orden de preparar la pira, pero cuando preguntan a Norma el nombre de la sacerdotisa culpable, responde: “Yo”. El pueblo no quiere creerla, pero Norma insiste. Cuando traen a los niños, Norma pide a Pollione que cuide de ellos; pero Pollione no se mueve.
Lleno de angustia, el pueblo prepara el sacrificio de Norma. Arrepentido de su comportamiento y admirado por el valor y el amor de Norma, Pollione marcha con ella a morir en la hoguera.