Acto primero
Una caverna en el bosque
El nibelungo Mime vive en una caverna del bosque, donde ha dispuesto una fragua. Sigfrido, el hijo de Sigmundo y Siglinda, a quien Mime recogió y crió, comparte con el enano la rústica vivienda. Mime abriga siempre la esperanza de apoderarse del anillo y el tesoro del nibelungo Alberico. Pero es empresa imposible para él, ya que el gigante Fafner, convertido en horrible dragón con el auxilio del yelmo mágico, custodia aquel tesoro, infundiendo terror a cuantos se le aproximan. Sólo un héroe que no conozca el miedo podrá rescatar el anillo. Con ese fin, el nibelungo forja sin cesar espadas para Sigfrido, pero el joven las quiebra al primer golpe.
Mime conserva los fragmentos de Nothung, la espada de Sigmundo, que unidos nuevamente no se romperían jamás. Pero un misterioso hechizo envuelve los fragmentos del arma predestinada. Mime no puede forjarla.
El enano continúa martillando sobre el yunque, cuando llega Sigfrido, conduciendo un oso, al cual azuza contra el aterrado Mime. Suelta al animal, que huye rápidamente, y reclama su espada. El herrero se la da, pero enseguida la rompe el joven enfurecido. En vano intenta calmarlo Mime, ofreciéndole alimentos. Sigfrido los arroja al suelo y maltrata al enano. Mime prorrumpe en lamentaciones y acusa de ingratitud al irascible muchacho.
Entonces Sigfrido pregunta a Mime por qué, a pesar de que lo aborrece, regresa siempre a la cueva después de sus correrías por el bosque. Ha observado que los pájaros de la selva tienen sus nidos, y las fieras sus guaridas. En los animales hay padres e hijos. ¿Por que no tiene él también padre y madre? Mime le responde evasivamente y asegura al joven que es su hijo. Esto indigna a Sigfrido. Ha contemplado en el arroyo su propia imagen, y ya que en los animales los hijos se parecen a los padres, él no puede ser descendiente de un gnomo horrible, ruin y cobarde. Se encoleriza otra vez. Sigfrido aferra al enano y le exige que le diga la verdad.
Entonces Mime le dice que es hijo de una desventurada mujer, llamada Siglinda, que murió al darlo a luz. Sigfrido se conmueve ante la revelación y en seguida pregunta "¿Quién fue mi padre?". Pero Mime no lo conoció. Sólo sabe que murió en un combate.
El joven le exige una prueba de que le ha dicho la verdad. Mime le muestra los pedazos de una espada, que le entregó la madre del héroe. Aquella es su herencia, dice Sigfrido, y ordena a Mime que reconstruya la espada paterna con la que se irá por el mundo, lejos para siempre del odiado gnomo. Sigfrido sale corriendo, lleno de alegría, mientras Mime se queda consternado. Pronto aparece un misterioso personaje, que empuña una lanza. Es el "Viajero", el dios Wotan bajo un nuevo aspecto. Pide hospitalidad a Mime, quien se la niega. Pero el desconocido se sienta junto a la fragua, y ofrece al enano responder a tres preguntas, poniendo en prenda su cabeza. Mime acepta, e interroga sobre las razas que habitan en las entrañas de la tierra, en la superficie y en las cimas.
El viajero resuelve el primer enigma, diciendo que en las regiones subterráneas habitan los nibelungos, de los cuales fue un día tiránico rey el feroz Alberico, dueño de tesoros que perdió. A la segunda pregunta, responde el huésped que los gigantes pueblan la corteza terrestre. De sus jefes, Fasolt y Fafner, sucumbió el primero a causa del oro maldito. Fafner, convertido en dragón guarda el tesoro que forjaron los nibelungos. Junto al cielo, habitan los dioses, contesta el Viajero a la tercera interrogación de Mime. Wotan es el dios soberano que rige al mundo con su lanza. Oyese entonces un trueno sordo; asustado, Mime comprende entonces que el Viajero es el propio Wotan y le ruega que prosiga su camino. Pero el dios pone a su vez en prenda la cabeza del enano imponiéndole la prueba de responder a su pregunta: ¿Quién forjará nuevamente a Nothung? Mime no puede saberlo; el Viajero ganó la apuesta. La cabeza del gnomo queda en prenda y Wotan la cede a quien no conozca el miedo, que será el forjador de la espada invencible.
Sale el dios, y Mime se aterra porque cree que se acerca el dragón. Pero quien vuelve es Sigfrido, exigiendo su espada. Mime confiesa su incapacidad para forjarla. Entonces Sigfrido, burlándose del enano, se dispone a rehacerla por sí mismo. Aviva el fuego y golpea el hierro sobre el yunque. Entre tanto, el pérfido Mime prepara un veneno.
Cuando Sigfrido mate al dragón, el enano piensa envenenar al héroe, apoderarse del tesoro y ser dueño del mundo. Sigfrido ha concluido su tarea. Para probar su espada, de un tajo parte el yunque y lleno de alegría blande ante el espantado gnomo la victoriosa Nothung.
Acto segundo
El bosque
En lo más profundo de la selva se halla la guarida de Fafner. Es de noche y junto al negro antro acecha el nibelungo Alberico, quien fue dueño del tesoro que ahora posee el dragón. El Viajero llega también. Alberico reconoce a su antiguo enemigo y prorrumpe en imprecaciones.
Pero Wotan ya no está movido por la codicia. Sólo es el Viajero que recorre y contempla el mundo. El único rival de Alberico es su hermano Mime, quien conduce a Sigfrido para que mate al dragón. Wotan despierta a Fafner, a fin de advertirle del peligro. El nibelungo pide solamente el anillo que fue suyo y evitará la muerte de Fafner, pero el monstruo, muy seguro de su poder, desprecia consejos y advertencias, y sigue durmiendo junto a su tesoro.
El Viajero ríe y se aleja. Alberico profiere nuevas amenazas contra el dios supremo y su altiva estirpe. Amanece. Alberico se esconde. Llegan Mime y Sigfrido, al cual describe su guía la espantosa ferocidad del monstruo, que seguramente le enseñará a temblar. El héroe, impaciente por la charla del enano, lo despide y Mime se oculta para presenciar el combate. Sigfrido se tiende bajo un árbol. Medita sobre el aspecto que tendrían sus padres. Escucha el canto de los pájaros y quiere imitarlo, haciéndose una flauta con una caña, pero no lo consigue. Entonces, en su cuerno de plata toca una alegre y rústica melodía.
El dragón se ha despertado y sale de su cueva. Sigfrido lo ve sin temor, lo desafía y clava su espada en el corazón del monstruo. Fafner, moribundo, refiere a Sigfrido que fue un gigante y que muere víctima de una maldición: alguien conspira también contra la vida del héroe. Fafner muere y Sigfrido, que desdeña los peligros, extrae su espada del cuerpo del dragón. La sangre del monstruo parece quemarle la mano y se la lleva a la boca. Entonces comprende el lenguaje de los pájaros. Un ave le dice que las joyas más preciosas del tesoro son un yelmo y un anillo.
Mientras Sigfrido penetra en la caverna, avanzan cautelosamente Mime y Alberico. El inesperado encuentro exaspera a los dos nibelungos, que se increpan rabiosamente. El astuto Mime dice que cede todo el tesoro a su hermano, conformándose con el yelmo, cuya virtud mágica conoce bien, pero Alberico se niega a todo arreglo. Al reaparecer Sigfrido, quien como recuerdo de su hazaña ha tomado el anillo y el yelmo, los gnomos se ocultan. De nuevo canta el pájaro y advierte a Sigfrido que no se fíe del traidor Mime. El enano, en efecto, avanza, regocijándose de que el héroe haya matado al dragón. Para calmar su sed le ofrece una bebida pero Sigfrido descubre el sentido oculto de las melosas palabras del gnomo, llenas de odio. Con aquel veneno morirá enseguida y Mime será dueño del tesoro y del anillo. Sigfrido mata a Mime con un golpe de su espada, mientras Alberico, escondido, lanza una carcajada diabólica.
Sigfrido queda otra vez solo, rodeado de los suaves murmullos de la selva. Se lamenta de su soledad y entonces el pájaro canta de nuevo. Le revela que sobre una montaña envuelta en llamas está la mujer más hermosa. Si atraviesa el fuego, la mujer será suya. Sigfrido pide al pájaro que le muestre el camino. El ave revolotea y desaparece, seguida por el héroe, que corre en busca de la dicha.
Acto tercero
Cuadro Primero: Al pie de una montaña
En la noche tempestuosa, el Viajero evoca a Erda, la divinidad de la tierra, que despierta de su sueño y aparece misteriosamente. Pero la diosa, al someterla Wotan al encanto, pierde su ciencia y ve confusamente los destinos del mundo. Pero Wotan ya no desea profecías ni anhela luchar contra el destino inmutable. Sólo desea abdicar de su poder y quiere que Sigfrido, el héroe libre, sea su heredero.
Desaparece la diosa y llega Sigfrido. Wotan contempla a su descendiente y lo interroga. El héroe le refiere sus hazañas y su propósito de escalar aquel monte rodeado de fuego. Pero el dios -que castigó injustamente a su hija Brunilda sumiéndola en el sueño- prometió a su hija que solamente el héroe que no temblase ante la sagrada lanza podría despertarla y conquistarla. El guardián de la roca cierra el paso a Sigfrido, extendiendola lanza; sin arredrarse, el héroe quiebra con su espadael arma divina. Estalla un trueno y nubes de fuego desciendende la montaña. Wotan, resignado, recoge los pedazos desu lanza y desaparece. Sigfrido pasa a través de las llamas.
Cuadro Segundo: La roca de las valquirias
En la roca de las valquirias, Brunilda yace dormida. Sigfrido llega a la cumbre y contempla a la hija de Wotan. Al verla con vestiduras guerreras, cree que es un hombre, pero al apartar su manto ve por primera vez el cuerpo de una mujer, sintiendo emoción y sobresalto, para él inexplicables. Sigfrido dice que al fin sabe lo que es el temor. Se lo ha inspirado una bellísima mujer dormida. La llama en vano para que despierte. Luego imprime un prolongado beso en los labios de Brunilda, que así despierta de su largo sueño y se incorpora lentamente para saludar al día y al mundo que vuelven a contemplar sus ojos. Sigfrido, el héroe sin igual, es su libertador. El joven, con pasión ardiente, quiere abrazarla, pero Brunilda lo rechaza. Se cree profanada. Ya no es diosa, ya no es valquiria, sólo es una débil mujer. El héroe la contempla extasiado y hace revivir el corazón de la doncella a la nueva vida de amor. Brunilda y Sigfrido caen por fin en apasionado abrazo.